LA ADOLESCENCIA: UN TORBELLINO DE EMOCIONES, CAOS, MADUREZ Y APRENDIZAJE.

 



María, madre de familia de dos adolescentes de 14 y 16 años de edad, nivel socioeconómico estable, sin problemas de salud física ni mental, en etapa escolar llega con sus hijos a mi consultorio y con un tono de desesperación me dice: -Doctor no sé qué hacer con mis hijos, están rebeldes e insoportables en casa, corren el riesgo de ser expulsados por segunda vez del cole… ¡Me siento impotente y necesito de su ayuda! Luego de lograr que se calmara un poco empezó a comentarme la historia de sus hijos.

- Mis hijos doctor- eran unos niños alegres, respetuosos, obedientes, cariñosos y muy cercanos a nosotros. Nos esforzamos en darle la mejor educación y enseñarles buenos valores a través del ejemplo, pero desde que comenzaron su adolescencia todo cambió de repente. Empezaron a distanciarse. Dejaron de comentarnos sus asuntos de la escuela, de sus amigos y de las travesuras que solían hacer. Comenzaron a cuestionar las normas de la casa, a estar en desacuerdo constantemente con casi todo lo que conversábamos en familia y a desafiarnos a nosotros, sus padres, ante cada cosa que decimos. Su apariencia física y lenguaje empezó a transformarse, su pelo cambiaba de color con frecuencia, comenzaron a usar un tipo de ropa con agujeros, rota y con estampados grotescos. Estela, mi niña menor, comenzó a salir con jovencitos, ir a fiestas e irse de escapada del cole. Harry, el mayor, empezó a beber cerveza a escondidas, a andar con jovencitos de comportamiento extraño y a liar con chicas un poco mayores que él. - ¿Qué cambió en el cerebro de mis hijos doctor? - ¿Cuál fue nuestro error como padres?

Este caso es más común de lo que parece y la respuesta a la señora María es: - “ningún error se ha cometido”-. Como padres, seguramente, han realizado una excelente labor y deben sentirse bien por ello. El sueño de todo padre es ver crecer a sus hijos en una burbuja de seguridad y perfección, ser testigos de su éxito y sentirse sumamente orgullosos, pero no siempre las historias de buenas crianzas terminan así.

Comencemos por entender que la adolescencia es un proceso biológico y empieza cuando el sistema metabólico percibe que se encuentra listo para empezar a engendrar hijos, es la naturaleza propia de la supervivencia. La Organización mundial de la Salud extiende el período de adolescencia de los 10 a los 20 años. Hoy tenemos la percepción de que esta etapa es más larga y difícil que antes y puede que sea cierto. En la actualidad, a diferencia de otras épocas, la cultura, la tecnología y los cambios sociales generan un gran impacto en los jóvenes de tal forma que logran influir positiva o negativamente en su desarrollo social, emocional y personal, siendo un evento casi imposible de controlar.

El cerebro no es estático y siempre está en constante cambio, especialmente en la adolescencia donde ocurren importantes reorganizaciones neuronales. El cerebro de los jóvenes se va desarrollando por áreas y no todas lo hacen al mismo tiempo causando cierta descompensación que genera los cambios típicos en esta etapa crucial de la vida.

La investigación científica muestra que existen tres áreas cerebrales de gran impacto en estas edades. En primer lugar, tenemos el área del lóbulo prefrontal que entre sus funciones está fundamentalmente el control de las acciones cognitivas (del pensamiento) desde la toma de decisiones, el proceso de reflexión sobre las emociones, la reflexión sobre las acciones y sus consecuencias, la empatía con los demás. Esta importante región cerebral permanece durante la adolescencia inmadura. En segundo lugar, algunas áreas relacionadas con las respuestas corporales emocionales en esta etapa de sus vidas, se caracteriza por generar una hiperactividad asombrosa motivo por el cual los jóvenes empiezan a buscar emociones cada vez más fuertes cargadas con altas dosis de adrenalina y dopamina donde el miedo, entre otras emociones, se convierte en uno de sus principales motivadores. Esta hiperactividad carece de un correcto control, por su inmadurez, del lóbulo frontal. Finalmente observamos una elevada actividad de un área del estriado donde se genera el sistema de recompensa. Es justo en esta etapa donde los jóvenes son mucho más propensos al consumo de alcohol, drogas y demás sustancias que le generen altos niveles de euforia y placer, la práctica de deportes extremos entre otras actividades de alto riesgo. Y no olvidemos que los adolescentes, empiezan a explorar y a disfrutar de manera impulsiva de su sexualidad y suelen caer fácilmente en la trampa del sexo desenfrenado e irresponsable que acostumbra a terminar, en la mayoría de los casos, como cifra estadística de embarazos no deseados, abortos o enfermedades de transmisión sexual.

Entre los rasgos del cerebro adolescente que empiezan a cambiar en esta etapa de sus vidas, cabe destacar su asombrosa capacidad de cambio y adaptación al entorno gracias a la modificación de las redes de comunicación que conectan entre sí distintas regiones cerebrales. Esta peculiar versatilidad, o plasticidad, supone un arma de doble filo. Por un lado, faculta a estos jóvenes para avanzar vertiginosamente en el desarrollo de habilidades de pensamiento y su capacidad de socialización. Por otro, la mutabilidad del entorno los hace vulnerables a conductas peligrosas y en algunos casos, a graves trastornos mentales.

Para los adolescentes no es fácil pasar de la etapa infantil donde se sentían protegidos, cómodos, mimados y sin mayores preocupaciones a depender de sí mismos para afrontar una nueva realidad que ellos solos deben construir. Esto significa empezar a conocerse a sí mismos, experimentar situaciones frustrantes, de rabia, decepción o impotencia al sentirse incomprendidos por sus padres y a veces, poco aceptados o ignorados por sus iguales, motivándolos a realizar retos, desafíos o cambios extremos para encajar en un nuevo círculo social. Decisiones que con frecuencia suelen estar equivocadas y les conlleva a experimentar sufrimientos y desilusiones, males necesarios para forjar su conducta. Pero es así como el cerebro aprende a madurar, de los errores, las equivocaciones, los rechazos y demás acciones y emociones nuevas que lo harán aprender, reforzar, cambiar y construir los patrones que van a forjar su personalidad, crear nuevos hábitos, desechar otros, en fin, esa es la forma como se desarrolla el muchas veces incomprendido, cerebro adolescente.

La adolescencia culmina cuando el cerebro percibe que ha alcanzado el desarrollo y la madurez de la mayoría de sus zonas cerebrales y más importante aún, cuando los adultos de su entorno empiezan a tratarlo como tal, con igualdad de derechos y responsabilidades.

Muchos padres cometen el error de creer que sus hijos crecerán y vivirán sus vidas a su imagen y semejanza y no siempre es así. La adolescencia es la etapa de la vida donde ellos aprenden a su propio ritmo y de manera original a ser adultos y el papel de los padres es precisamente el de orientadores en ese importante paso de sus vidas, acompañarlos con amor, paciencia, comprensión, empatía y sobre todo mucha comprensión y paciencia.



Referencias

1. Bueno, David. (2016) Cerebroflexia, Plataforma ediciones.

2. Jensen, Frances E. (2015) El cerebro adolescente. Guí­a de una madre neurocientífica para educar adolescentes, R.B.A ediciones.

3. Aldana, Hernán. (2018, septiembre). La plasticidad del cerebro adolescente. https://www.youtube.com/watch?v=UKYkQ3tojCk

4. Dahl RE. Adolescent brain development: a period of vulnerabilities and opportunities. Keynote address. Ann N Y Acad Sci 2004;1021:1-22.

5. Spear LP. The adolescent brain and age-related behavioral manifestations. Neuro-Biobehav- Rev 2000;24:417-63.

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7. Susan MS, Peter SA, Dakshitha W, George C P. The age of adolescence. Published Online January 17, 2018 http://dx.doi.org/10.1016/

8. Natalia J, PhD; Glenda M, MD, PhD J. Adolescence as a unique developmental period. Psychiatry Neurosci 2015;40(5)

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