¿ENFERMEDAD O COMPORTAMIENTO DEPRESIVO? UNA REVISIÓN CRÍTICA AL REDUCCIONISMO NEUROQUÍMICO DE LA DEPRESIÓN
La depresión ha sido comúnmente considerada una enfermedad mental en el ámbito clínico, especialmente desde una perspectiva biomédica centrada en el desequilibrio neuroquímico. Sin embargo, investigaciones resientes cuestionan esta narrativa reduccionista, proponiendo en su lugar modelos biopsicosociales y enfoques que consideran dimensiones existenciales, culturales y contextuales. Este artículo revisa críticamente el paradigma tradicional, presenta evidencias científicas que lo desafían y discute aportes de psiquiatras, psicólogos y filósofos contemporáneos, con el objetivo de fomentar una comprensión más compleja, ética y humana de la depresión.
La depresión, entendida convencionalmente como una enfermedad mental, ocupa un lugar central en la práctica clínica, los manuales diagnósticos y los discursos sociales sobre salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 280 millones de personas viven con depresión en el mundo. El modelo dominante en las últimas décadas ha sido el biomédico, que plantea que la depresión es el resultado de un desequilibrio químico en el cerebro, particularmente en los niveles de serotonina, dopamina y noradrenalina (Stahl, 2013).
No obstante, una creciente corriente crítica, alimentada por avances en neurociencia, estudios longitudinales, revisiones sistemáticas y trabajos interdisciplinarios, pone en entredicho esta visión. Este artículo explora las limitaciones del modelo reduccionista neuroquímico y propone una reconceptualización más amplia y compleja de la depresión, considerando factores psicológicos, sociales, culturales y filosóficos.
La visión tradicional: la depresión como enfermedad mental
Desde la segunda mitad del siglo XX, la psiquiatría moderna ha defendido el modelo médico de la depresión. Este enfoque sostiene que los trastornos mentales, incluida la depresión, son enfermedades del cerebro que deben ser diagnosticadas y tratadas de forma análoga a las enfermedades físicas.
Autores como Aaron Beck, pionero de la terapia cognitiva, aceptaron parcialmente esta idea, aunque introdujeron variables cognitivas como los esquemas disfuncionales. La industria farmacéutica, por su parte, contribuyó a consolidar el modelo con el desarrollo de los antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), como el Prozac.
Según el DSM-5-TR (APA, 2022), la depresión mayor se diagnostica por la presencia de síntomas como tristeza persistente, pérdida de interés, fatiga, insomnio, entre otros, durante al menos dos semanas. Sin embargo, esta clasificación ha sido cuestionada por su carácter descriptivo y no explicativo, lo que ha generado críticas sobre la falta de validez de los sistemas categoriales.
La crítica al modelo reduccionista neuroquímico
En 2022, un metaanálisis liderado por Joanna Moncrieff, psiquiatra del University College London, analizó decenas de estudios y concluyó que no hay evidencia consistente de que la depresión se deba a un desequilibrio químico de la serotonina (Moncrieff et al., 2022). Este hallazgo refuerza las dudas sobre la base neuroquímica como explicación única de la depresión.
Otros estudios en neurociencia han mostrado que los antidepresivos tienen efectos variables, muchas veces similares al placebo (Kirsch et al., 2008), y que sus mecanismos de acción no están completamente comprendidos. Además, la plasticidad cerebral, los factores epigenéticos y las experiencias de vida complejas superan la simple ecuación "menos serotonina = depresión".
Desde la psicología, Irving Kirsch y colaboradores han documentado cómo las expectativas del paciente influyen en la eficacia de los antidepresivos, lo que sugiere un componente psicosocial importante (Kirsch, 2014).
El papel del entorno social, cultural y económico
Las tasas de depresión varían considerablemente entre culturas y grupos sociales, lo que sugiere que factores estructurales como la pobreza, la desigualdad, el aislamiento social y la violencia tienen un impacto decisivo. Estudios de Wilkinson y Pickett (2009) han demostrado que sociedades con mayores niveles de desigualdad económica presentan mayor prevalencia de trastornos del estado de ánimo.
Además, el sociólogo Allan Horwitz ha argumentado que la medicalización de la tristeza responde a un intento de controlar el sufrimiento humano dentro de una lógica tecnocrática, que desvincula la experiencia del contexto que la genera (Horwitz y Wakefield, 2007).
La depresión como experiencia existencial y adaptativa
Desde la psicología evolutiva, algunos autores como Paul Andrews y J. Anderson Thomson han propuesto la hipótesis de la depresión como estrategia adaptativa. Según esta perspectiva, la depresión podría ser un mecanismo para forzar la introspección y el análisis profundo en situaciones complejas, facilitando decisiones que requieren replanteamientos de vida (Andrews & Thomson, 2009).
En la misma línea, el enfoque existencial plantea que la depresión puede surgir como una respuesta ante la pérdida de sentido, el vacío o la confrontación con la finitud, como lo han señalado Viktor Frankl y Rollo May. Aquí, la depresión no es necesariamente patológica, sino una forma legítima de angustia frente a dilemas humanos fundamentales.
Enfoques alternativos desde la psicología y psiquiatría contemporáneas
La psicoterapia ha mostrado ser tan o más eficaz que los fármacos en muchos casos de depresión leve y moderada. Terapias como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) o la Terapia Interpersonal (TIP) abordan las causas psicológicas y contextuales del malestar.
Además, corrientes contemporáneas como la psiquiatría crítica, el modelo de recuperación, y el movimiento de salud mental basada en derechos humanos cuestionan la patologización excesiva del sufrimiento emocional. Autores como Thomas Szasz, Joanna Moncrieff, Sami Timimi y Lucy Johnstone han abogado por comprender los síntomas como formas de respuesta a experiencias vitales difíciles más que como signos de enfermedad cerebral.
Aportes desde la filosofía, la antropología y la fenomenología
Desde una mirada fenomenológica, la depresión ha sido interpretada como una alteración radical de la estructura temporal de la experiencia, donde el futuro se percibe como cerrado y el presente pierde vitalidad (Fuchs, 2013).
La filósofa estadounidense Jennifer Radden ha argumentado que la depresión puede ser una forma de disenso emocional, una protesta silenciosa contra formas de vida insatisfactorias. Del mismo modo, la antropología ha mostrado cómo el significado de la depresión cambia según las culturas: lo que en Occidente se etiqueta como "depresión", en otras sociedades puede considerarse un proceso espiritual, comunitario o existencial (Kleinman, 1988).
El modelo biopsicosocial: una vía integradora
El modelo biopsicosocial, propuesto por George Engel en 1977, sigue siendo una alternativa sólida al paradigma biomédico. Este modelo reconoce que la salud mental no puede entenderse sin considerar la interacción entre lo biológico, lo psicológico y lo social.
En investigaciones actuales, este enfoque ha sido ampliado para incluir también factores culturales, ecológicos y espirituales, bajo propuestas como el modelo "bio-psico-socio-eco-espiritual" (Bracken et al., 2014).
Aunque no es un modelo libre de críticas, representa un marco más ético, plural y sensible al contexto humano del sufrimiento.
Conclusiones
Reducir la depresión a un mero desequilibrio neuroquímico ha sido útil para ciertos desarrollos clínicos, pero empobrece la comprensión del fenómeno. Las investigaciones contemporáneas, junto con enfoques humanistas, filosóficos y sociales, permiten concebir la depresión no simplemente como una enfermedad mental, sino como una experiencia humana compleja que requiere enfoques integrales.
La reformulación del discurso sobre la depresión es urgente para evitar la medicalización excesiva, promover el empoderamiento del paciente y facilitar intervenciones más éticas, eficaces y respetuosas de la diversidad humana.
Por Leonardo MartínezPsicólogo – Divulgador en salud mental
Referencias
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American Psychiatric Association (2022). DSM-5-TR: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. APA.
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Andrews, P. W., & Thomson, J. A. (2009). The bright side of being blue: Depression as an adaptation for analyzing complex problems. Psychological Review, 116(3), 620–654.
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Bracken, P., Thomas, P., Timimi, S., et al. (2014). Psychiatry beyond the current paradigm. British Journal of Psychiatry, 201(6), 430–434.
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Fuchs, T. (2013). Temporality and psychopathology. Phenomenology and the Cognitive Sciences, 12(1), 75–104.
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Horwitz, A. V., & Wakefield, J. C. (2007). The Loss of Sadness: How Psychiatry Transformed Normal Sorrow into Depressive Disorder. Oxford University Press.
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Kirsch, I. (2014). Antidepressants and the placebo effect. Zeitschrift für Psychologie, 222(3), 128–134.
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Kleinman, A. (1988). Rethinking Psychiatry: From Cultural Category to Personal Experience. Free Press.
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Moncrieff, J., et al. (2022). The serotonin theory of depression: A systematic umbrella review of the evidence. Molecular Psychiatry.
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Stahl, S. M. (2013). Stahl's Essential Psychopharmacology. Cambridge University Press.
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Wilkinson, R., & Pickett, K. (2009). The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better. Allen Lane.
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