¿PUEDE UNA LESIÓN CEREBRAL, UN TUMOR O UNA ENFERMEDAD CAMBIAR NUESTRA PERSONALIDAD?

La niña que no sentía miedo
Una paciente que respondía a las iniciales de S.M. perdió la capacidad de sentir miedo.
“Es algo que puede parecer bueno, y lo puede ser en algunas
circunstancias, pero esta paciente se acabó metiendo en situaciones
peligrosas con animales salvajes y criminales porque ya no podía sentir un miedo sano”.
El cerebro funciona enviando una serie de señales para que el cuerpo reaccione ante el miedo. Si vemos un tigre, por ejemplo, la vista y los sonidos se filtran a través del tálamo, una estructura de dos lóbulos justo en el centro del cerebro. El tálamo da el primer paso de esta información sensorial --garras, dientes, gruñidos-- y divide los datos en múltiples corrientes para un posterior procesamiento. Una de esas corrientes fluye al hipocampo, que ayuda a guardar un recuerdo de la experiencia. Otra corriente se divide en dos ramas, una de las cuales fluye directamente a la amígdala, que se la denomina muy a menudo “el punto del temor en el cerebro”.
Sistema Límbico
La amígdala, punto de temor en el cerebro
Se ha comprobado en varias ocasiones que si la amígdala funciona mal, las personas se pueden sentir excesivamente temerosas todo el tiempo, viendo amenazas donde no las hay. Por el contrario, el caso de S.M, le llevó al problema opuesto: la ausencia de temor. Cuando tenía alrededor de 10 años compenzó a padecer la enfermedad de Urbach-Wiethe, un trastorno que mata las células de la amígdala y, en el transcurso de dos años, dejó de sentir miedo. Los médicos la llevaron a una tienda exótica de animales donde acarició serpientes venenosas, visitó un antiguo manicomio abandonado y vio la película El silencio de los corderos y nunca experimentó miedo. Todo lo contrario, se reía y cada vez quería experiencias nuevas. Pese a no ser sensible al temor, tenía otro tipo de sentimientos, como la tristeza o la sensación de soledad, ya que estas esquivan la amígdala.
Pero además de todos estos experimentos, una vez que, de mayor, volvía a casa de noche se enfrentó a un hombre que le amenazaba con un cuchillo y posteriormente se fue tan tranquila, sin ni siquiera correr. Los críticos han querido ver en ello una “falta de sentido común” pero el deterioro progresivo de la amígdala confirman la raíz neurológica de su conducta.
Tumor cerebral, despierta institntos pedófilos
Otro caso curioso es el de un profesor de Virginia, casado, con una hijastra, catalogado como buen vecino, excelente maestro y esposo cariñoso que llevaba una vida normal hasta que a los 40 años empezó a coleccionar vídeos de pornografía infantil y acabó abusando de su hijastra de ocho años. La niña se lo contó a la madre y pareja del profesor, que lo denunció ante las autoridades. La noche antes de entrar en prisión se quejó de un dolor de cabeza muy intenso y fue trasladado al hospital para un estudio. Los médicos hallaron un tumor en el cerebro del tamaño de un huevo.
La pregunta que se todos se hacen es si el tumor “simplemente liberó sus oscuros deseos o produjo deseos que no existían antes”. Lo cierto es que nunca antes había presentado antecedentes delictivos y una vez le extriparon el tumor, en diciembre de 2000, la pedofilia desapareció hasta octubre del año siguiente, cuando el hombre volvió a acosar a niñas. Esto coincidió con la vuelta de los dolores de cabeza y en un escaner cerebral, se confirmó que el tumor había crecido otra vez. “En esencia, la neurociencia puede ayudarnos a entender por qué alguien actúa de la manera que lo hace, pero no puede decirnos si castigar o no a la persona. Otros estudios neurocientíficos practicado a pedófilos han arrojado resultados similares, tumores en la zona cortical del cerebro que abren un debate médico legal aun en disputa.
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