SÍNDROME DE DESGASTE POR EMPATÍA, MUY COMÚN ENTRE PSICÓLOGOS Y TERAPEUTAS.
¿Qué es el síndrome de desgaste por empatía?
Los signos de este cuadro se pueden comenzar a desarrollar cuando una persona ha tenido noticias o ha presenciado hechos traumáticos. Para que sea catalogado como tal, se le debe agregar el sentimiento de empatía por parte del profesional y el gran deseo de aliviar el dolor a las personas involucradas.
Algunos autores definen este síndrome como:
“El estrés por ayudar o querer ayudar a una persona traumatizada o sufriente.”
Quien propuso este término en primera instancia fue el psicólogo Charles Figley, alertando sobre la importancia de conocer al respecto para que los profesionales no se viesen afectados. Otros términos con los que se conoce a este síndrome son el de traumatizarían vicaria, desgaste por empatía o estrés traumático secundario.
¿Cómo saber si se está sufriendo este síndrome?
Algunos de los síntomas que pudiesen experimentar los profesionales o cuidadores que están en constante interacción con personas que han vivido hechos traumáticos, son los siguientes:
- Reexperimentación: aparición de experiencias traumáticas relacionadas con el paciente, rumiación y flashbacks del suceso.
- Evitación: irritabilidad, frustración, saturación, descuido de relaciones interpersonales, evitar visitar sitios vinculados al hecho traumático.
- Hiperactivación (o hiperarousal): culpa, vergüenza, ansiedad o fatiga, dificultad para concentrarse o dormir, pánico.
Los síntomas ocurren porque las emociones pueden ser “contagiadas” y los terapeutas, al ser parte del sistema familiar, también corren el riesgo de ser traumatizados, tal como expuso Figley.
La buena noticia es que, a pesar de tener un inicio difícil, si se logra identificar, este síndrome puede mejorar, incluso más rápido que el burnout, según indican los estudios.
Cómo cuidarte
Aunque este síndrome puede presentarse de manera repentina, también lo puede hacer de forma progresiva. Por ello, siempre son recomendables las pautas para el autocuidado de los intervinientes, psicólogos, cuidadores, médicos y demás personas que lo padecen.
Algunas sugerencias son las siguientes:
- Conocer cuáles son las situaciones que desencadenan estrés, para poder detectarlas y afrontarlas correctamente.
- Aplicar técnicas del mindfulness u otras, como el yoga o la meditación.
- Dedicar tiempo para las actividades de ocio, puesto que permiten desconectarse por completo del trabajo.
- Pedir apoyo si se observan los síntomas.
- Evitar la sobrecarga en el ambiente de trabajo.
- Aceptar las limitaciones y evitar el querer convertirse en “El Salvador” de alguien más.
- Una vez que se ha salido de la escena con la persona afectada, retomar las actividades cotidianas en casa y comprender que la vida del terapeuta sigue igual.
- Tener contacto con la naturaleza.
Un aspecto fundamental es reconocer que quienes brindan apoyo también necesitan descansar del trabajo y buscar ayuda profesional si es necesario. Es necesario reconocer que este cuadro puede afectar a cualquier profesional del área de salud, debido a la alta exposición con pacientes traumatizados. Asimismo, cuidar, asistir o atender a personas que sufren requiere una mayor exigencia y esto coloca en situación de vulnerabilidad al profesional.
La formación sobre este síndrome es relevante, ya que, puede desencadenarse, en algunos casos, en depresión, confusión y dificultad para tomar decisiones, lo cual afectaría negativamente a quien lo padece.
Por último, se debe aceptar que, en la vida, ninguna persona se puede convertir en la “salvadora” de otra, al costo de arriesgar su propio bienestar.
Bibliografía
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