¿Y si el problema no es lo que comes, sino lo que te han hecho creer?

Comer ya no es lo que era Antes, comer era un acto simple y placentero. Uno se sentaba a la mesa, compartía un plato con la familia, y nadie cuestionaba si el arroz blanco iba a destruirte el intestino o si la leche te estaba condenando a un futuro cancerígeno. Hoy, gracias a una legión de influencers disfrazados de expertos, comer se ha convertido en un campo minado: todo parece inflamarnos, matarnos o convertirnos en zombies metabólicos. Vivimos en una era en la que millones de personas siguen a gurús de la nutrición que proclaman sentencias absolutas como si fueran leyes naturales: "El azúcar es veneno", "el gluten te destruye por dentro", "los lácteos son pus líquida", y así un largo etcétera. Y lo peor: lo dicen sin contexto, sin evidencia real, pero con millones de likes y compartidos. El problema no es solo lo que dicen. Es lo que generan: miedo, confusión, ansiedad, trastornos alimentarios, desinformación y, en muchos casos, daño real a la salud ...